Galletas de avena son un clásico en muchas cocinas latinoamericanas, apreciadas por su textura suave y sabor nutritivo. Su origen se remonta a las recetas tradicionales de avena que se preparaban en familias argentinas y chilenas, donde la avena era un ingrediente cotidiano debido a su abundancia y propiedades energéticas. En países como México y Colombia, estas galletas suelen conocerse simplemente como "galletas de avena", aunque en algunos lugares se les añade el término "caseras" para destacar su preparación artesanal. En Venezuela y Puerto Rico, a veces se hacen variantes que incorporan miel o frutos secos, enriqueciendo su sabor y valor nutricional.
Estas galletas se caracterizan por ser una opción ideal para el desayuno o la merienda, ya que combinan ingredientes naturales y aportan energía duradera. Además, su versatilidad permite que cada familia adapte la receta con ingredientes disponibles en su región, creando versiones propias que van desde las más dulces hasta las más saludables.
Como preparar Galletas de avena para el desayuno
Para comenzar, precalienta el horno a 350 grados Fahrenheit para asegurar que esté listo al momento de hornear las galletas.
Luego, forra dos bandejas para hornear con papel aluminio para evitar que las galletas se peguen y facilitar la limpieza posterior.
En un recipiente, tamiza juntos la harina de trigo, el bicarbonato de sodio y la sal, esto ayuda a que los ingredientes secos se mezclen de manera uniforme y evita grumos.
En un tazón grande, mezcla la mermelada de damasco sin azúcar añadido, el aceite de oliva, la miel y las claras de huevo hasta que estén bien combinados, formando una masa húmeda y dulce.
Incorpora poco a poco la mezcla de harina tamizada, la avena en hojuelas, el germen de trigo y las nueces si deseas añadir un toque crujiente y nutritivo.
Con la ayuda de una cuchara, deja caer la masa en montículos colmados sobre la bandeja para hornear, asegurándote de dejar un espacio de 2.5 cm entre cada uno para que no se peguen mientras crecen.
Hornea las galletas durante 17 minutos o hasta que estén firmes y doradas, señal de que están listas y crujientes por fuera.
Una vez fuera del horno, deja enfriar las galletas por 1 a 2 minutos y luego transfiérelas a rejillas para que se enfríen completamente, lo que ayudará a que mantengan su textura ideal.
Estas galletas pueden congelarse o almacenarse en el refrigerador hasta por 3 días, lo que permite disfrutarlas frescas en cualquier momento del día.
